mayo 01, 2012

FERIA DEL LIBRO 2012 – BRASIL


Hace dos años que no asistía a este evento y, nuevamente, asistí pues recibí entradas de cortesía. Apenas crucé la entrada de Corferias recordé una de las sensaciones que había crecido en mí de mis últimas asistencias: el lugar me evoca más una plaza que una feria. Ante este tipo de eventos soy pragmático. Fui directamente a ciertos pabellones, a ciertas editoriales a buscar libros que necesitaba llevarme. No apuesto por los nuevos nombres ni por las revelaciones ni por los best sellers. Desconfío de lo nuevo, al menos en literatura.

Ya con la satisfacción del deber cumplido me dirigí al pabellón del país invitado: Brasil. El entrar fue impactante pues más allá de las fotografías que se encuentran desperdigadas, el olor a pegamento que sostiene las construcciones temporales hechas en madera golpeó inmediatamente mis sentidos. Enormes cubículos con enormes letreros en relieve. Todo en madera.

Al principio deambulé el pabellón, con la necesidad de observar todo su contenido y me encontré con un enorme vacío. Una pequeña sección para los libros, para dos autoras y un vasto espacio dedicado a la comida y la bebida. Mi impresión de la entrada se hacía realidad. Después de revisar algunos títulos y autores que habían traído, entré al cubículo marcado con el nombre de Clarice Lispector. De ella conocía algunos cuentos y siempre me ha generado una mezcla de misterio fascinación. Esperaba encontrar algo que me revelara parte de su secreto. Las frases y sus fotos a la entrada, como fantasmagorías, impactan, encubren, parece que se nos aparece sin decirnos quién es. En la segunda parte, una simulación de gran cantidad de cajones, en madera, algunos abiertos con facsímiles de correspondencia, algunas fotos, un par de pasaportes. Era como desnudar a la autora sin pedirle permiso. En el mismo espacio se proyectaba una entrevista realizada a Lispector, la última antes de su muerte, en 1977. Así que atraído por ciertas frases expresadas por ella, me senté a presenciar unos minutos de aquella entrevista. 






Debo decir que es lo que más me fascinó de aquel cubículo y en general de todo lo que encontré en el pabellón del país invitado, pues Lispector expresaba mucho de su quehacer como escritora, de sus dificultades, de sus inspiraciones, además de regalarnos otras frases que completaban las que estaban entre sombras a al entrada:

“Entender es sentir, entrar en contacto”.

“Con una bala matas, lo demás es prepotencia”.

“No soy profesional. Escribo cuando quiero”.



Su cara adusta, con arrugas visibles, las manos con los dedos arqueados sosteniendo un cigarrillo que fumaba despreocupadamente. Palabras cargadas de mucho dolor pero a su vez de gran sinceridad sinceridad.

Después de comprobar que no era mucha la gente que entraba al pabellón de Brasil y que se agolpaban en el pabellón donde estaban los caricaturistas, me recordó por qué es que no asisto con constancia a este espacio y que de vez en cuando, con la venia del azar, podemos encontrar pequeñas cosas de enorme valor para quienes seguimos las letras y los comentarios de escritoras que, como Clarice Lispector, dejaron huella indeleble en el vasto camino de las letras. 


*Diego Valbuena

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